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Antonio Caballero y Góngora

Antonio Caballero y Góngora. Virrey de Nueva Granada

 

Antonio Caballero y Góngora  (Villa de Priego, España, 24 de mayo de 1723, Córdoba, España, 24 de marzo de 1796).

Antecedentes[]

La trayectoria política del arzobispo-virrey Antonio Pascual de San Pedro de Alcántara Caballero y Góngora, caballero Gran. Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, en el Nuevo Reino de Granada, resulta altamente polémica debido en gran parte al papel que desempeñó para neutralizar el movimiento de los Comuneros de 1781, como negociador de las Capitulaciones con los amotinados y a su vida personal.

Familia[]

Era hijo de Juan Caballero y Espinar y de la señora Maria Antonia de Góngora y Lara, al parecer de origen noble. Los padres de Caballero y Góngora se habían casado en la Villa de Priego el 17 de noviembre de 1717 de esta unión nacieron 6 hijos, siendo Antonio Pascual de San Pedro de Alcantara, el cuarto de ellos.

Dos días más tarde es bautizado en la parroquia local y fue posteriormente confirmado un 25 de diciembre de 1728.

Estudios[]

La primera educación formal de Antonio Caballero y Góngora la recibió en un antiguo convento de esos que entonces existían en Priego luego habría de pasar hasta Granada, ingresando como becario de teología del Real Colegio de San Bartolomé y Santiago, en el año de 1736. A finales de 1747 se recibe como bachiller en filosofía y a la vez como bachiller en teología. Prosigue la carrera eclesiástica en Granada, en el Imperial Santa Catalina (hoy inexistente), terminando sus estudios en teología, graduándose como licenciado en esta materia, formalmente el 3 de julio de 1744.

El día 31 de octubre habría de fallecer su padre Juan Caballero y Espinar para dolor de Antonio y de toda su familia.No obstante lo anterior, Antonio Caballero habría de ordenarse como presbítero el 15 de septiembre de 1750. Luego, por nombramiento hecho por Fernando VII, durante 3 años, Caballero y Góngora, habría de desempeñarse como capellán de la Capilla Real en Granada (13 de noviembre de 1750).

Unos años más tarde, otra desgracia familiar habría de cebarse con el preclaro sacerdote, fallece su madre (el 6 de diciembre de 1753). Pero como la vida habría de seguir, vemos a Caballero y Góngora ejerciendo como canónigo lectoral de Cordoba, donde una de sus funciones fue aplicar la censura ecleciástica a varias obras de su tiempo.

En 1743, Caballero y Góngora se graduó como licenciado en Teología, obteniendo las mas altas calificaciones en la Universidad de Granada y el 19 de septiembre de 1750 recibió la orden del presbiterado.

Cargos religiosos en España[]

En noviembre del mismo año obtuvo el cargo de capellán real de la capilla de los Reyes Católicos de Granada.

Durante 22 años, desde 1753, se desempeñó como canónigo lectoral de la catedral de Córdoba, y en 1755 fue electo obispo de la ciudad de Chiapas, México. Ese mismo año fue promovido a la diócesis de Mérida de Yucatán, también en México, de la cual tomó posesión en 1756. Durante los dos años que allí estuvo, hizo restaurar el Colegio de San Pedro y eximió a los curas párrocos de la contribución que se les exigía para el adorno y arreglo del palacio episcopal.

Viaje a América[]

El 10 de enero de 1775 es notificado de su ascenso a obispo de Ciudad Real de Chiapa (Nueva España), pero por demoras en los trámites burocráticos y otras circunstancias, en mayo de ese mismo año Carlos III lo presenta para el obispado de Mérida de Yucatán, también en Nueva España.

A su llegada a América, Caballero y Góngora poseía un cuantioso capital y resulta evidente su afición por la lectura, el arte y la numismática, si nos atenemos al inventario de los bienes que llevó a Chiapas: 38 cajas de libros ricos ornamentos, cálices y vajillas obras de Murillo, Velázquez, Brueghel, Tiziano, y Rubens y cientos de monedas, muchas de ellas procedentes de la antigua Roma, algunas de las cuales había pasado de generación en generación hasta llegar a sus manos, formaban parte de los objetos inventariados, los cuales quedaron posteriormente formando parte del patrimonio del arzobispado de Santafé.

Descripción Física[]

Se le describe como a un hombre galante de gran belleza y apostura, nariz aguileña, de ojos azules penetrantes, altivo y un gran conversador, tenía fama de gourmet y gran conocedor de los vinos de mesa. Independientemente de su investidura religiosa era un Caballero en toda la extensión de la palabra.

En Santa Fé de Bogotá. La revuelta de los Comuneros[]

En 1777, cuando ya pertenecía al Consejo del rey, Caballero y Góngora fue propuesto por Carlos III como arzobispo de Santa fe de Bogotá, cargo en el que fue confirmado por el Papa. El 5 de marzo de 1779 el arzobispo hizo su ingreso en la capital neogranadina.

A1 año siguiente, dirigió una carta al rey informándolo sobre las excesivas cargas con que eran gravados los granadinos, originadas, en gran parte, por los méritos que recibían en la Corte los funcionarios que obtenían mayores ingresos para el erario real, problema que generó el descontento expresado un año después por los Comuneros.

En diciembre de 1780 el arzobispo inició una visita pastoral, que incluyó varios pueblos de las provincias de Santa fe, Tunja y Mariquita, entre otras es probable que en esta gira, conociera a la madre de Luis Caballero y Góngora, a quien bautizó y reconoció como su sobrino, la gira tuvo que ser suspendida, al enterarse el dignatario de las protestas que se presentaron a mediados de marzo de 1781 en el Socorro contra las nuevas cargas fiscales.

Una vez en Bogotá, el arzobispo procedió a ordenar oraciones públicas y a escribir a los curas y sacerdotes de su diócesis para que mantuvieran subordinados a sus feligreses, mediante pláticas y amonestaciones. Entre tanto, la situación del gobierno se hacía cada vez más crítica, debido a que carecía de medios para hacer frente a los insurrectos.

El 12 de mayo de 1781, cuando el regente visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, quien en ese momento encabezaba la Audiencia, estudiaba la conveniencia de su permanencia en la capital, al enterarse de la derrota de las tropas virreinales, se recibió la propuesta de Caballero y Góngora de participar en una comisión que saliera al encuentro de los rebeldes para aplacarlos y restaurar la paz.

La iniciativa fue aceptada, con lo cual el arzobispo tomó, en la práctica, el control de las acciones gubernamentales, en un momento en el cual se vislumbraba una situación de vacío de poder. Al día siguiente salió hacia Zipaquirá la comisión encabezada por el arzobispo, la cual, después de repetidas negociaciones, llegó al acuerdo que se plasmó en las Capitulaciones, aprobadas el 7 de junio de 1781.

Cuando se firmaron la Capitulaciones, el campo del régimen estaba bastante maltrecho: el virrey estaba en Cartagena, ausente de la capital el Visitador iba huyendo hacia Cartagena, más asustado que una gallina en baile de perros los oidores de la Real Audiencia, temblorosos y avergonzados, sentían que le debían la vida y el honor al arzobispo Caballero y Góngora, que había resuelto todo con un par de maniobras maquiavélicas y el arzobispo, en fin, con una enorme autoridad moral ante todos, pero con el problemita de tener que dirigir la restauración sin contar formalmente con la autoridad política y, lo que es peor, con el problemita de tener que organizar la anulación de las Capitulaciones sin aparecer él mismo como un instigador de la traición.

Su ascenso al poder[]

El arzobispo puso manos a la obra siguiendo una de las máximas más geniales de la teoría política: "cuando hay crisis y todos están vacilantes, el que primero tome la iniciativa se queda con el poder".

Con mucha habilidad combinó esa máxima con esta otra: "cuando hay crisis y todas las fuerzas políticas y militares pierden capacidad de acción, es posible dirigir al pueblo recurriendo a sus prejuicios, temores, creencias religiosas o tradiciones culturales".

El Rey don Carlos Tercero expidió una orden en la cual disponía los señores oidores no debían tomar absolutamente ninguna decisión de orden público sin consultar con el arzobispo. El ilustre prelado decidió inmediatamente que había que publicar un indulto general y amnistía total en favor de los rebeldes comuneros, e hizo saber al pueblo, por medio de sus curas y frailes, que ésta había sido una iniciativa de él a pesar de la oposición de los oidores.

El señor Visitador, que antes había huido como un cobarde, pero ahora regresaba heroicamente al constatar que ya no había peligro para él, puso el grito en el cielo y dijo que era inaceptable, inadmisible e insoportable este indulto, y que los comuneros debían ser colgados de los árboles hasta que se murieran de muerte natural.

El arzobispo no se dignó responderle. Manejó con prudencia los rencores y odios entre los oidores y el Visitador, y entonces la Real Audiencia le contestó al Visitador diciéndole que era un estúpido y un torpe, que no molestara más la paciencia y que no se hiciera el valiente porque todos sabían qué clase de cobarde era.

El arzobispo se mantenía silencioso, pues, mientras el Visitador y los oidores andaban como perros y gatos. El pueblo aprovechó esto para reírse a su gusto, y en todas las cabezas fue entrando la idea de que el arzobispo era la única persona capaz de garantizar la calma y la tranquilidad. Ya había comenzado el proceso contra Galán y sus compañeros, y los ineptos ministros de Su Graciosa Majestad no sabían qué hacer con los reos. Unos decían que el indulto general debía beneficiarlos. Otros decían que no, porque ellos habían iniciado una nueva rebelión y el indulto existente solamente valía para la primera rebelión.

Sentencia a muerte de Jose Antonio Galán[]

Consultado el señor Arzobispo, indicó que era necesario castigar ejemplarmente a unos pocos para escarmiento de todos, abriendo cristianamente los brazos del amor y la reconciliación para el resto. Los oidores entendieron esto como pudieron, y dictaron sentencia de muerte contra José Antonio Galán, peón y jornalero, Lorenzo Alcantuz, campesino, Isidro Molina, tejedor y Manuel José Ortiz Manosalbas, portero del Cabildo del Socorro.

Una de las hijas de Juan Antonio Galán, famosa por su hermosura, solicitó audiencia con el Sr. Arzobispo, y pidió su intervención, la Señorita Galán de nombre Estela o Inocencia, no obtuvo su petición, pese a que cedió a las peticiones no castas de Don Antonio.
Fracasado el intento de indulto, fueron ejecutados en la Plaza Mayor de Santa Fe de Bogotá, el 1 de febrero de 1782. Sus cabezas y miembros fueron cortados y se colocaron en picas en distintos lugares del Reino, para escarmiento y espanto de los pueblos. La descendencia de Galán fue declarada "infame" y su casa fue sembrada de sal. Pero todavía quedaba mucho por hacer. Unos cuantos rebeldes fueron enviados a los presidios de Africa, y otros recibieron el perdón a cambio de irse a colonizar el Darién, donde murieron de peste en unos pocos años. Y aun así, el poder del régimen seguía resquebrajado. Los conflictos y chismes en la cúpula del poder eran pan de todos los días. La incertidumbre era grande y no se sabía en que iría a parar todo ese despelote.

Renuncia del Virrey Flores, asesinato del Virrey Torrezar []

Los acontecimientos se precipitaron cuando el virrey Flores presentó su renuncia irrevocable, aduciendo sus numerosas enfermedades y achaques, pero en realidad obedeciendo a una insinuación del señor Ministro de Indias, don José de Gálvez, compadre del arzobispo Caballero y Góngora. La renuncia del virrey fue aceptada de inmediato y el sucesor, el mariscal don Juan de Torrezar Díaz Pimienta, un viejito valetudinario casado con una niña de diecisiete años, emprendió el viaje desde Cartagena hacia la vetusta y sombría capital del Reino, Santa Fe de Bogotá.

Cualquiera podría pensar que esto era un obstáculo para el arzobispo Caballero y Góngora. Nada de eso, mis amigos. Su Señoría Ilustrísima salió a recibir al nuevo virrey a la villa de Honda, sobre el río Magdalena, y allí le dispensó una espléndida hospitalidad que incluía, por supuesto, el desayuno, las meriendas, el almuerzo y la cena. El único detalle es que el virrey comía pero el arzobispo no, porque el arzobispo decía que se sentía mal del estómago, y el virrey decía que él, por su parte, se sentía muy bien del estómago.

¡No lo hubiera dicho! Cuando, una semana más tarde, el virrey emprendió el camino de Honda hacia Santa Fe, iba sintiéndose muy mal del estómago, en tanto que nuestro querido arzobispo, que no había comido nada, se sentía muy bien del estómago.

El hecho es que el pobre don Juan de Torrezar Díaz Pimienta murió en medio de una agonía terrible, echando pus putrefacta por boca, narices, uretra y recto ("por las cuatro vías", dice el documento oficial), exactamente el mismo día que llegó a la Capital, sin tener tiempo a posesionarse como virrey del Nuevo Reino de Granada.

Y Don Antonio obtuvo de esa manera al parecer, tanto el Virreynato de Nueva Granada como los favores de la Viuda de Torrezar Diaz Pimienta.

Arzobispo-Virrey[]

El odiado Visitador Gutiérrez de Piñeres pretendió dar un golpe de estado quedándose con el poder, aprovechando que nuestro amable arzobispo todavía no regresaba de Honda. Pero no contaba con la decisión y la astucia de Su Señoría Ilustrísima, quien llegó reventando mulas y exigiendo que se cumpliera con la orden del Rey según la cual todo tenía que hacerse consultando al arzobispo.

"Bueno, dijeron los oidores, entonces aquí consultamos a Su Ilustrísima: ¿Qué aconseja?"

"Aconsejo, respondió con calma el señor Arzobispo, que se abra ya mismo el Pliego de Sucesión en el Mando, en donde consta el nombre del Sucesor en el cargo de virrey para el caso de muerte del señor Pimienta".

Los oidores se miraron los unos a los otros con sus caras de costumbre, o sea de imbéciles, y acordaron abrir el Pliego de Sucesión. Y ¡Oh, milagro!, el Pliego de Sucesión indicaba que si don Juan de Torrezar Díaz Pimienta se moría, del estómago o de lo que fuera, el sucesor en el cargo de virrey sería el Ilustrísimo Señor Arzobispo Don Antonio Caballero y Góngora

El ahora arzobispo-virrey inició su gestión promulgando, el 6 de julio de 1782, el indulto concedido por el rey a los comprometidos en la sublevación, tal vez por el remordimiento de la palabra no cumplida ante la hija de Galán, que había quedado embarazada a resultas de su entrevista.

Restaurado el orden colonial, el mandatario debió hacer frente a la epidemia de viruela que afectó al Nuevo Reino en 1782 y 1783. Hizo que José Celestino Mutis preparara una instrucción general, dirigida a quienes voluntariamente se acogieran a la práctica de la inoculación, que mostró ser efectiva.

Igualmente, adelantó intensas gestiones para reorganizar la jurisdicción eclesiástica y fortalecer la acción de las misiones entre las comunidades indígenas que aún no habían sido completamente sometidas al yugo español. Para asegurar la protección del reino contra incursiones extranjeras que trataran de penetrar por la Guayana, comisionó a Antonio de la Torre para que recorriera el territorio y examinara los parajes donde convenía establecer poblaciones.

También patrocinó sus viajes por el corregimiento de Pasca, donde se identificaron árboles de quina de muy buena calidad. Bajo su mandato, los proyectos científicos de José Celestino Mutis, quien se convirtió en su confesor, recibieron una amplia acogida.

El señor arzobispo se hizo cargo del virreinato con toda solemnidad. Su gobierno fue ilustrado. Organizó y protegió la Expedición Botánica, que es lo mejor que se ha hecho en toda la historia de la Nueva Granada. Dio empleos de confianza a criollos y mestizos y, sin quererlo, los preparó intelectualmente para dirigir el país, formando así la primera generación de granadinos dispuesta a romper los vínculos del coloniaje. Hizo reformas muy progresistas en la escuela y en la universidad. Abrió nuevos caminos y vías de comunicación, especialmente con los vecinos de Venezuela. En resumen, fue un gobernante ilustrado que contribuyó más que ninguno de sus colegas de la época colonial a la formación de la conciencia nacional granadina.

La magnifica biblioteca de Don Antonio Caballero y Góngora, que incluía la obra íntegra de los Enciclopedistas franceses, sería hoy uno de los grandes tesoros culturales de Colombia, de no mediar la desgraciada circunstancia de haber sido consumida por el fuego el 9 de abril de 1948

Logró que se autorizara su iniciativa de emprender la que se conoció con el nombre de Expedición Botánica, y que Mutis fuera nombrado para dirigirla. También aprobó Caballero la propuesta de Mutis de traer mineralogistas, lo que tuvo como resultado la llegada al reino de Juan José D'Elhuyar y Angel Díaz, en 1784, quienes aplicaron nuevos métodos de explotación y beneficio de minerales preciosos. Así mismo, introdujo modificaciones en los planes de estudios universitarios, a fin de fortalecer la enseñanza de las ciencias exactas. Otra gestión de su gobierno que cabe destacar, fue la comisión dada al oidor Juan Antonio Mon y Velarde para adelantar una visita a la provincia de Antioquia, durante la cual se introdujeron importantes reformas económicas y administrativas.

En octubre de 1784, Caballero y Góngora viajó a Cartagena para dirigir las acciones de sometimiento de los indígenas del Darién, proceso que logró concretar en julio de 1787. En enero de 1789, recibió en Cartagena a Francisco Gil y Lemos, su sucesor en la dirección del virreinato, y en abril viajó a España a ocupar la silla episcopal de Córdoba, para la que había sido nombrado en 1788.


Principado de Nueva Granada.[]

Solicitó a Carlos III una cédula real, que otorgara en posesión a su descendiente Luis Caballero y Góngora Galán de las Islas cercanas a lo que hoy es Granada, que estaban en disputa con el Gobierno Inglés, esta maniobra tenía como objeto incluir en la diferencia a un tercer interesado y conservar así de esa manera la preeminencia del Imperio Español en la región.

La cédula real que fue suscrita, no tuvo realmente nunca una aplicación práctica.

En la actualidad.[]

El día de hoy la Isla de Ronde, que es donde se asentaría el Principado de Nueva Granada es parte del territorio de la Nación de Granada, aunque se encuentra deshabitada y a la venta, los actuales herederos del Principado han manifestado la intención de indenminizar a los que se consideran actualmente propietarios, especificamente en la Isla de Ronde (ejercer finalmente la opción de compra, el costo de la adquisición asciende a los 100 millones de dólares). Para de ahi, ejecutar el siguiente paso, que sería la solicitud de autonomía y finalmente la Independencia de Granada, para dar paso al proyecto de nación, que vive en los corazones de la Dinastía Trastámara, desde el nacimiento de Miguel Fernández Caballero de Granada en 1495.

Arzobispo de Córdoba[]

Durante su permanencia en Córdoba fue famoso por su protección hacia las artes, entre sus protegidos mas allegados destaca Fernando López de Cárdenas ( 1719- 1786 ), con quien mantuvo correspondencia durante su permanencia en América. Y muy especialmente el Escultor José Alvarez Cubero ( 1768-1827 ), joven promesa famoso por su belleza física, a quien el Arzobispo conoce en la flor de su juventud, enviándolo posteriormente a Madrid en 1794 para completar su formación en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, algún cotilleo de la época dejaba ver la posibilidad de una relación más allá de la amistad, entre estos dos célebres personajes.

Días antes de su muerte, en 1796, el rey pidió al Papa el capelo cardenalicio para Caballero y decía a sus allegados, si Antonio Caballero y Góngora no hubiera sido enviado fuera del Continente, España hubiera tenido otro Papa.

Frases Célebres de Don Antonio Caballero y Góngora.[]

Tengan desde ahora entendido, que muy lejos de volvernos a interesar a favor de semejantes monstruos, los oprimiremos con todo el peso de la suprema potestad que a nombre del Soberano ejercemos en estos dominios. 1782, (Tras la revuelta de los Comuneros)

Habría sido flaqueza dar oídos a sus primeros clamores pero hubiera sido prudencia pausar las providencias. 1782- ( Tras la revuelta de los Comuneros )

Un reino lleno de producciones qué utilizar, de montes qué allanar, de caminos qué abrir, de pantanos qué desecar, ciertamente necesita más de sujetos que sepan conocer y observar la naturaleza y manejar el cálculo, el compás y la regla, que de quienes entiendan y discutan el ente de razón, la primera materia y la forma sustancial.
Relación de mando, 1789

Un país en que los habitantes son pobres y ociosos.
Refiriéndose a Nueva Granada.

Arrebatados nuestros primeros conquistadores de la bizarría aún dominante en el siglo de las conquistas, consultaron más a su gloria y ambición que a fundar unas colonias útiles.
En su relación de Mando.

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